Como si nadie pudiera
advertirlo al principio.
me he entregado al prodigio
ante los árboles de nuestro parque.
Sólo una cosa puedo decirte:
son grandiosos
y lo saben.
Mujer saludando a los árboles
También están exhaustos,
cientos de años
atrapados en el mismo sitio:
grandiosos paralíticos.
Cuando estoy debajo,
sienten mi mirada,
observan cómo agito mi loca
mano, y envidian mi alegría
de ser un blanco móvil.
Los perezosos en los bancos
comienzan a notarlo.
Uno al otro se dicen:
“Las cosas que hay que ver…”
La mayoría de ellos mira
abajo hacia la nada como si no hubiera
en verdad nada más para
mirar hasta que aparece
esa mujer saludando a lo alto
hacia las ramas
de los viejos árboles. Levanten sus
cabezas, amigos, miren arriba
pueden ver más
de lo que creían posible,
arriba donde algo puede
devolverle el saludo, para decirle
que ella ha visto lo magnífico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario