No dije nada en nombre de la historia.
Tenía que hablar en nombre de otra cosa.
Por ejemplo,
de un árbol sin cabeza,
de un bolsillo sin agenda de notas,
de un bosque sin maleza,
de un aire sin palomas,
de un instrumento musical sin notas.
De algo que ha estado siempre
haciendo mella en la vida de hombre
y que este se traga y nunca nombra.
Bien valía la pena
revolver en las sombras
para hallar el sonido de la cuerda,
remover las cenizas de una hoguera,
escarbar en la papelera
y en el estiércol.
Hacer sonar la hora,
hacer andar una sandalia rota,
un zapato acribillado por los dedos.
Podrido estaba el fruto en la corteza
y en el hoyo abonado de la tierra.
Tenía que hablar en nombre de otra cosa.
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