ELLA Y EL MAR
Ahí estaba el mar, la más ininteligible de las existencias no humanas. Y
ahí estaba la mujer, de pie, el más ininteligible de los seres vivos.
Como el ser humano había hecho un día una pregunta sobre sí mismo, se
había vuelto el más ininteligible de los seres por donde circulaba
sangre. Ella y el mar.
Sólo podría haber un encuentro de sus misterios si uno se entregase al
otro: la entrega de dos mundos incognoscible realizada con la confianza
con que se entregarán dos comprensiones.
Ella miraba el mar, era lo que podía hacer. El solo le era delimitado
por la línea del horizonte, esto es, por su incapacidad humana de
percibir la curvatura de la tierra.
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