Tres deseos
Que no escuches otra voz
distinta de la mía- dijiste
soplando el primer fósforo-.
Que nada digas que me hiera
fue tu segundo deseo - y la oscuridad
nos iba envolviendo poco a poco-.
Que no acabe este sueño,
-susurraste, soplando por última vez-.
Y todo desapareció.
Y nos encontramos de pronto
en medio de la noche.
Sordos mudos y ciegos.
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