III
Me aferro al cuerpo
como único reducto permitido.
Carezco de sitios de ternuras y llantos.
De nuevo palpo la llama del pájaro quebrado.
Busco abrigo en lana.
He puesto mis pies debajo de las aguas
y por la presión
de mis párpados callados
sé que no soy ni siquiera una isla.
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