Oda a la soledad
Feliz el hombre cuyos deseo y cuidado,
atados a unos pocos acres de suelo paterno,
es dichoso de respirar el aire natal,
en su propio suelo.
Y que se nutre con leche de sus rebaños y pan de sus campos,
y que se viste con lana de su grey,
y que en verano obtiene sombra de sus árboles
y en invierno, fuego.
Bendito aquél que ve sin aflicción
deslizarse las horas, los días y los años, suavemente,
con salud en el cuerpo y paz en la mente;
la quietud diurna.
El profundo sueño nocturno, lo complejo y lo simple,
todos mezclados; y el dulce recreo,
y la inocencia, que son más placenteros
con la meditación.
Dejadme así vivir, oculto, desconocido,
dejadme así morir, sin ser llorado,
substraído del mundo, sin siquiera una lápida
que anuncie que yazgo ahí
| Alexander Pope, poeta británico |
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