ODA A LA NIÑEZ
IV
Y nos lo quitarán todo
menos estas
botas de siete leguas.
Aquí, aquí, bien calzadas
en nuestros sosos pies de paso corto.
Aquí, aquí, estos zapatos
diarios, los de la ventana
del seis de enero.
Y nos lo quitarán todo
menos el traje sucio
de comunión, éste, el de siempre, el puesto.
Lo de entonces fue sueño. Fue una edad. Lo de ahora
es realidad. Esta es la única hacienda, ahora del hombre.
Y cuando estamos
llegando, y ya la lluvia
zozobra en nubes rápidas y se hunde
por estos arrabales
trémula de estertores luminosos,
bajamos la cabeza
y damos gracias sin saber qué es ello,
qué es lo que pasa, quién a sus maneras
nos hace, qué herrería,
qué inmortal fundición es esta. Y nadie,
nada hay que nos aleje
de nuestro oficio de felicidad
sin distancia ni tiempo.
Es el momento ahora
en el que, quién lo diría, alto, ciego, renace
el sol primaveral de la inocencia,
ya sin ocaso sobre nuestra tierra.
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