jueves, 31 de octubre de 2024

Rosario Castellanos

MEMORIAL DE TLATELOLCO

La oscuridad engendra la violencia 
y la violencia pide oscuridad 
para cuajar el crimen. 
 
Por eso el dos de octubre aguardó hasta la noche 
para que nadie viera la mano que empuñaba 
el arma, sino sólo su efecto de relámpago. 
 
Y a esa luz, breve y lívida, ¿quién? ¿Quién es el que mata? 
¿Quiénes los que agonizan, los que mueren? 
¿Los que huyen sin zapatos? 
¿Los que van a caer en el pozo de una cárcel? 
¿Los que se pudren en el hospital? 
¿Los que se quedan mudos, para siempre, de espanto? 

¿Quién? ¿Quiénes? Nadie. Al día siguiente, nadie. 

La plaza amaneció barrida; los periódicos 
dieron como noticia principal 
el estado del tiempo. 
Y en la televisión, en la radio y el cine 
no hubo ningún cambio de programa, 
ningún anuncio intercalado ni un 
minuto de silencio en el banquete. 
(Pues prosiguió el banquete.) 

No busques lo que no hay: huellas, cadáveres, 
que todo se le ha dado como ofrenda a una diosa: 
a la Devoradora de Excrementos*. 

No hurgues en los archivos pues nada consta en actas. 

Ay, la violencia pide oscuridad 
porque la oscuridad engendra sueño 
y podemos dormir soñando que soñamos. 

Mas he aquí que toco una llaga: es mi memoria. 
Duele, luego es verdad. Sangra con sangre. 
Y si la llamo mía traiciono a todos. 

Recuerdo, recordamos. 

Esta es nuestra manera de ayudar a que amanezca 
sobre tantas conciencias mancilladas, 
sobre un texto iracundo, sobre una reja abierta, 
sobre el rostro amparado tras la máscara. 
 
Recuerdo, recordemos 
hasta que la justicia se siente entre nosotros.


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