Atardecer del sábado
Ha llovido en mis manos,
áspero sol, tu lenta quemadura,
tu fuego repetido.
Ahora son más altas
las montañas azules,
más altas y se alejan en perfiles
de cristal y de humo.
Los rumores del día
se pierden en la tarde.
La noche será larga.
A la orilla del sueño
veré pasar las horas,
silenciosas y cálidas.
Mañana
vendrán a saludarme
los ladridos alegres
de mi perro.
Le diré que se calle,
que es domingo.
No hay que ir al trabajo
ni al colegio.
Despertará la niña
cantando. Nos iremos
los tres. Hoy es domingo
y sale la familia de paseo.
y se me habrá olvidado
por la noche
la tristeza.
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