HAPPY BIRTHDAY, MR EASTWOOD
Por un puñado de dólares
Gracias, señor Eastwood
HAPPY BIRTHDAY, MR EASTWOOD
Por un puñado de dólares
Islas del despertar
Basta de ser colillas apagadas
del cenicero de los mares.
Ombligos de la sed,
sólo un placer de humanidad nos puede.
Vivimos como ardemos y pensamos,
con nuestro sentimiento de volcanes
y la melancolía de estar solas.
La pirotecnia de un amor de fondo
nos acelera el ir aunque parezca,
de tan veloz, cronómetro parado.
Esperar no es un fin.
Borrón y cuenta nueva a la molicie
de rumiar soledades.
Nuestro malotaje de esperanzas
no oculta el puño de la rebeldía.
Y hemos roto el pijama del silencio.
Ni somos descendientes
de una lengua cortada
ni queremos sudar hiel y vinagre
ni seguir siendo súbditas
de una feria de olvidos.
No deseamos otras pertenencias
que no sean las alas de los vuelos.
FELIZ DÍA DE CANARIAS
La gran jaula de luz se ha roto en el aire,
liberando, creo, cerca de un millón de pájaros
cuyas salvajes sombras en ascenso no regresarán,
y todos los cables vienen cayendo.
Sin jaula, sin pájaros que espanten; la lluvia
se abrillanta ahora. Es pálida la cara
que probó el rompecabezas de su prisión
y lo resolvió con un beso inesperado,
cuyas pecosas manos, sin sospechar, plantaron.
Sobre las lejanías de las lúgubres llanuras
me alza mi estrella a tu sangre entusiasta.
La pena que ambos vivimos ya no conjetura
el que aliviado en el crepúsculo descansa.
¿Cómo debe, dulce mía, yacerte y acunarte,
para que su alma la nana dormidera corone?
Nunca donde hay sueño y los amantes yacen
tuvo antes un silencio tan insólito acorde.
Ahora que sólo pestañas las horas limitan
se manifiesta la vida de la oscuridad.
Cierra, amada, los ojos que rutilan.
Nada más sea mundo que tu boca al brillar.
¡Ah si todo pudiera
comenzar otra vez
de un solo golpe; de una
pura y simple palabra!
Yo entonces volvería
cantando por el bosque
y al pie de aquella encina
después del claro allí
donde tantas mañanas
transcurrieron felices
buscaría el tesoro
que enterré siendo niño
Donde se cierra la espesura
de los castaños, los robles y el brezo
se abren los ojos del lobo.
Allí se cierra el bosque
y se abre la noche,
y se abre el firmamento,
los límites de lo invisible,
del no-ser.
¿O de un modo de ser siempre ignoto?
¿O acaso de ese ser
que un día nos hará vivir en plenitud
absoluta?
Donde se cierra la espesura
de los castaños, los robles y el brezo
se abren los ojos del lobo.
El Sur
El sur como una larga,
lenta demolición.
El naufragio solar de las cornisas
bajo la putrefacta sombra del jazmín.
Rigor oscuro de la luz.
Se desmorona el aire desde el aire
que disuelve la piedra en polvo al fin.
Sombra de quién, preguntas,
en las callejas húmedas de sal.
No hay nadie.
La noche guarda ciegas,
apagadas ruinas, mohos
de sumergida luz lunar.
La noche.
El sur.
Ese vuelo que traza la gaviota
por el divino gris, ¡como cautiva,
como prende el mirar, grúas arriba,
meciéndole en las nieblas en que flota!
Ya está la soledad surcada y rota.
Paloma marinera, lenta y viva,
que en el pico, en lugar de verde oliva,
lleva octubres de música remota.
Fragmento de la vela de una nave.
Cuerpo de tela y alma libre de ave
nacida, como un eco de campana,
de entre las instantáneas catedrales
que olvidan —humos vagos e ideales—
los barcos que se van para La Habana.
Duerme tranquilamente que viene un sable
a vigilar tu sueño de gobernante.
América te acuna como una madre
con un brazo de rabia y otro de sangre.
Duerme con aspavientos, duerme y no mandes
que ya te están velando los estudiantes.
Duerme mientras arriba lloran las aves
y el lucero trabaja para la cárcel.
Hombres, niños, mujeres, es decir: nadie,
parece que no quieren que tú descanses.
Rozan con penas chicas tu sueño grande.
Cuando no piden casas pretenden panes.
Gritan junto a tu cuna.
No te levantes aunque su grito diga:
«Oíd, mortales».
Duérmete oficialmente, sin preocuparte,
que sólo algunas piedras son responsables.
Que ya te están velando los estudiantes
y los lirios del campo no tienen hambre.
Y el lucero trabaja para la cárcel.
Cuando tú duermes
pones los pies muy juntos,
alta la cara y ladeada, y cruzas
y alzas las rodillas, no astutas todavía;
la mano silenciosa en la mejilla izquierda
y la mano derecha en el hombro que es puerta
y oración no maldita.
Qué cuerpo tan querido,
junto al dolor lascivo de su sueño,
con su inocencia y su libertad,
como recién llovido.
Ahora que estás durmiendo
y la mañana de la almohada,
el oleaje de las sábanas,
me dan camino a la contemplación,
no al sueño, pon, pon tus dedos
en los labios,
y el pulgar en la sien,
como ahora. Y déjame que ande
lo que estoy viendo y amo: tu manera
de dormir, casi niña,
y tu respiración tan limpia que es suspiro
y llega casi al beso.
Te estoy acompañando. Despiértate. Es de día.
¡Quiero vivir, vivir, vivir! La llama
de mi cuerpo, furiosa y obstinada,
salte, Señor, contra tu cielo, airada
lanza de luz. En el costado, brama
la sangre, y por las venas se derrama
como un viento de mar o de enramada:
tras tu llamada se hace llamarada,
oh Dios, y el pecho, desolado, clama.
Vivir. Saber que soy piedra encendida,
tierra de Dios, sombra fatal ardida,
cantil, con un abismo y otro, en medio:
y yo de pie, tenaz, brazos abiertos,
gritando no morir. Porque los muertos
se mueren, se acabó, ya no hay remedio.
Libre te quiero
Libre te quiero
como arroyo que brinca
de peña en peña,
pero no mía.
Grande te quiero
como monte preñado
de primavera,
pero no mía.
Buena te quiero
como pan que no sabe
su masa buena,
pero no mía.
Alta te quiero
como chopo que al cielo
se despereza,
pero no mía.
Blanca te quiero
como flor de azahares
sobre la tierra,
pero no mía.
Pero no mía
ni de Dios ni de nadie
ni tuya siquiera.
De Canciones y soliloquios
Ella piensa en dejarlo
Cambiarme a mí
misma sería más fácil
que cambiarte a ti
podría crearme corteza y
convertirme en arbusto
o volver atrás en el tiempo
a la imagen de una mujer
en la cueva de piedra, el vientre
ahogado en un bulbo de fertilidad,
la cara una pequeña perla, un
grumo, reina de las termitas
o (mejor) dar un salto,
esconderme entre los nudillos
y los velos venosos y morados de viejas damas,
volverme artrítica y refinada
o todavía otra vuelta más:
caigo a lo largo de tu
cama aferrándome a mi corazón
y cubro con una sábana de nostalgia
mi sonrisa lustrada de adiós
que acaso sea inoportuna
pero definitiva.
Refinamiento del campo
Las piedras colocadas sobre piedras
y encima de ese muro primitivo
algún olivo blanco.
No sé por qué será que ciertas cosas
que apenas dicen nada,
que bien analizadas no son cosas
dignas de nada,
causan sobre mi ánimo un influjo
de inextinguible paz.
Se diría que siento mis raíces
dentro de esos contornos depurados
que no son nada,
dentro de esa vejez
de una humildad tan firme
cual si una incitación muy familiar
me retuviera allí.
Algo como una voz que me dijera
de dentro de mí mismo :
esta fe encantadora
es la pobreza.
Versos órficos
Según las tablillas encontradas en
tumbas de Grecia y de Grecia Grande
En el umbral de la puerta negra,
A la derecha, a los pies de un álamo,
Corre el agua de olvidar.
Brota a la izquierda el agua de Memoria;
Cristal helado, frío licor,
El agua de Memoria está en mi corazón.
Allí beben mi pena y mi alegría;
Residen en su ribera los sabios:
Yo les diré, Temo la muerte.
Soy hijo de la tierra negra
Pero también del cielo estrellado;
¡Abridme la puerta de la gloria!
Nadie Mojaba El Aire…
Nadie mojaba el aire
tanto como mis ojos.
Me decías: «¿Trabajas?»
Me decías: «¿Ya es la hora del té?»
Y yo no te decía: «Te amo»;
no te decía:
«Eres todo lo que tengo»;
no te decía:
«Eres la única rosa en la que caben
todas las primaveras».
Me decías:
«Adiós, hasta mañana».
O me decías:
«¿Necesitas algo?».
Y yo no te decía:
«Me estoy muriendo
de amor… me estoy muriendo».
Nadie mojaba el aire
como yo.
SETENTA BALCONES Y NINGUNA FLOR
Setenta balcones hay en esta casa,
setenta balcones y ninguna flor.
¿A sus habitantes, Señor, qué les pasa?
¿Odian el perfume, odian el color?
La piedra desnuda de tristeza agobia,
¡Dan una tristeza los negros balcones!
¿No hay en esta casa una niña novia?
¿No hay algún poeta bobo de ilusiones?
¿Ninguno desea ver tras los cristales
una diminuta copia de jardín?
¿En la piedra blanca trepar los rosales,
en los hierros negros abrirse un jazmín?
Si no aman las plantas no amarán el ave,
no sabrán de música, de rimas, de amor.
Nunca se oirá un beso, jamás se oirá un clave...
¡Setenta balcones y ninguna flor!
The Planet on the Table
Ariel was glad he had written his poems.
They were of a remembered time
Or of something seen that he liked.
Other makings of the sun
Were waste and welter
And the ripe shrub writhed.
His self and the sun were one
And his poems, although makings of his self,
Were no less makings of the sun.
It was not important that they survive.
What mattered was that they should bear
Some lineament or character,
Some affluence, if only half-perceived,
In the poverty of their words,
Of the planet of which they were part.
Un conejo Rey de los Fantasmas
La dificultad de pensar, al finalizar el día
Cuando la sombra amorfa cubre al sol
Y nada queda, excepto la luz sobre tu pelaje—
Había un gato que se pasaba el día derramando su leche,
Un gordo gato de lengua roja, mente verde, blanca leche
Y era Agosto el mes más tranquilo.
Permanecer, sobre el pasto, en la hora más calma,
Sin el monumental gato,
El gato olvidado en la luna;
Y sentir que la luz es la luz de un conejo,
En la que todo ha sido hecho a tu medida
Y nada requiere de explicación;
Entonces, no queda nada en que pensar. Viene de sí mismo
Y el este huye al oeste y el oeste corre hacia abajo,
Sin materia. El pasto está pleno
Y tú estás pleno. Los árboles a tu alrededor,
La profunda oscuridad de la noche es para ti,
Un sí mismo que toca cada borde,
Te conviertes en un sí mismo que completa los cuatro vértices de la noche.
El gato rojo se esconde detrás de la luz peluda
Y entonces te elevas alto, muy alto
Eres elevado cada vez más alto, negro como piedra—
Te sientas como si tu cabeza hubiese sido tallada en el espacio
Y un diminuto gato verde es como una chinche en el pasto.
Un poema
Tú, cuya mano me ha bañado
de un fuego transparente las espaldas,
cuyos ojos en claros naufragios hundieron
algunos principios elementales de mi alma,
tú eres mi patria.
Tú, que no tienes apellido,
que no sé si eres pájaro o si alcándara,
que de todos tus brazos las letras de plomo
cayéndose han ido, como si fueran nueces vanas,
tú eres mis padres
y mi patria.
Tú, que ni tú te acuerdas dónde
tendiste a orear las nubes blancas,
que de tantos amores que tienes confundes
el nombre de todos los días de cada semana,
tú eres mi Dios
y mis padres
y mi patria.
Tú, que tan dulcemente besas
que el cielo bocabajo se volcaba,
y que no se sabía de quién ya la lengua,
de quién la saliva, de puro sabrosa y templada,
tú eres mis leyes
y mi Dios
y mis padres
y mi patria.
Tú, que apacientas calaveras
por las praderas de la verde África
y a los rojos leones les echas de pasto
as rosas de leche de luna de Nuruquimagua,
tú eres mi ejército
y mis leyes
y mi Dios
y mis padres
y mi patria.
Eres mi ejército y mis leyes
y mi Dios y mis padres y mi patria,
y el ejército y Dios y las leyes y todas
las patrias y padres se creen que tú no eres nada:
que no eres nada.
De Canciones y Soliloquios