jueves, 13 de abril de 2023

Andrés Neuman

ODA A LA SALUD

Sentado en el columpio de la hierba
al viento del verano, sé que existo.
Lo sé junto al reflejo de las ondas
y el celeste rumor de una piscina:
contemplo este papel que me asegura
con etimologías y guarismos
que el fugaz personaje que es mi cuerpo
se empeña en resistir. Yo le doy gracias
por disculparme la temeridad,
los derroches del joven rico en vida
que exprime la naranja de la sangre
como si su precaria fortaleza
en lugar de un regalo fuese un mérito. 

Agradezco, salud, la armonía del alma
con la carne, su pacto temporal,
el incierto equilibrio –dilatado
como en cámara lenta– que permite
correr y conmoverse, deslizar un capricho
entre dos reflexiones, el amar la palabra
y el amar sin palabras, el temor
de malgastarlo todo en una carretera
y el extraño derecho de arriesgarlo. 

La salud, que ilumina lo veloz y lo quieto,
la cosquilla y la idea, el músculo y la música,
el malestar, el goce, la costumbre
de quebrar el espejo
y sumergirme
hasta el fondo vivaz de esta piscina
donde un papel repleto de guarismos

ha caído arrugado entre la hierba. 


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