Recuerdo mal los días. La luminosidad solar empañaba los colores,
aplastaba. De las noches me acuerdo. El azul estaba más lejos que el
cielo, estaba detrás de todas las densidades, recubría el fondo del
mundo. El cielo, para mí, era esa estela de pura brillantez que
atraviesa el azul, esa fusión fría más allá de cualquier color. El aire
era azul, se cogía con la mano. Azul. El cielo era esa palpitación
continua de la brillantez de la luz.
El amante
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