sábado, 25 de enero de 2020

Marguerite Duras

Recuerdo mal los días. La luminosidad solar empañaba los colores, aplastaba. De las noches me acuerdo. El azul estaba más lejos que el cielo, estaba detrás de todas las densidades, recubría el fondo del mundo. El cielo, para mí, era esa estela de pura brillantez que atraviesa el azul, esa fusión fría más allá de cualquier color. El aire era azul, se cogía con la mano. Azul. El cielo era esa palpitación continua de la brillantez de la luz.

El amante








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