Terminaron
por conocerse tanto, que antes de los treinta años de casados eran como
un mismo ser dividido, y se sentían incómodos por la frecuencia con la
que se adivinaban el pensamiento sin proponérselo, o por el accidente
ridículo de que el uno se anticipara en público a lo que el otro iba a
decir. Habían sorteado juntos las incomprensiones cotidianas, los odios
instantáneos, las porquerías reciprocas y los fabulosos relámpagos de
gloria de la complicidad conyugal.Fue la época en que se amaron mejor, sin prisa y sin excesos, y ambos fueron más conscientes y agradecidos de
sus victorias inverosímiles contra la adversidad. La vida había de
depararles todavía otras pruebas mortales, por supuesto, pero ya no
importaba: estaban en la otra orilla."
El amor en los tiempos del cólera
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