viernes, 4 de marzo de 2016

Kate Chopin(USA)

Adrienne Farival no anunciaba nunca su llegada, pero las buenas monjitas sabían muy bien cuándo esperarla. Cuando la fragancia de las lilas en flor empezaba a impregnar el aire. Sor Agathe se acercaba muchas veces a la ventana a lo largo del día, con la expresión feliz y beatífica en la cara con que las almas puras y simples esperan la llegada de aquellos a los que aman.

Mas no fue Sor Agathe, sino Sor Marceline la que primero la descubrió cruzando el hermoso césped que ascendía hasta el convento. Llevaba los brazos llenos de grandes ramos de lilas que había ido recogiendo durante su paseo. Iba ataviada toda de marrón, como uno de esos pájaros que llegan con la primavera, solían decir las monjas. Era rellenita y grácil y caminaba con paso alegre y optimista. El cabriolé que la había llevado hasta el convento ascendía lentamente por el camino de gravilla que llegaba hasta la imponente entrada. Junto al conductor estaba su modesto baulito negro, en el cual aparecían su nombre y su dirección impresos en letras blancas: «Mme. A. Farival, París.» El crujir de la gravilla fue lo que llamó la atención de Sor Marceline. Y a renglón seguido empezó la conmoción.

Unas cabezas de cofias blancas aparecieron de repente en las ventanas; ella les hizo un saludo con el quitasol y el ramo de lilas. Sor Marceline y Sor Marie Anne aparecieron, revueltas y expectantes en la entrada. Pero Sor Agathe, más atrevida e impulsiva que las demás, bajó las escaleras y salió volando por el campo de hierba para recibirla. ¡Qué abrazos, donde las lilas quedaron estrujadas! ¡Qué besos tan ardientes! ¡Qué rubores de felicidad invadieron las mejillas de las dos mujeres!

de Lilas
Il Risveglio - Kate Chopin:

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