Para Mercedes, por supuesto.
...El capitán miró a Fermina Daza y vio en sus pestañas los primeros destellos de
una escarcha invernal. Luego
miró a Florentino Ariza, su dominio invencible, su amor
impávido, y lo asustó la
sospecha tardía de que es la vida, más que la muerte, la que no
tiene límites.
-¿Y hasta cuándo cree usted
que podemos seguir en este ir y venir del carajo? -le
preguntó.
Florentino Ariza tenía la
respuesta preparada desde hacía cincuenta y tres años,
siete meses y once días con sus
noches.
-Toda la vida --dijo.
Se nos ha ido hoy. |
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