VIDA AL INSTANTE
Vida al instante.
Representación sin ensayo.
Cuerpo sin prueba.
Cabeza sin reflexión.
No conozco el papel que tengo.
Sólo sé que es mío, intransferible.
De qué trata la obra,
tengo que adivinarlo sobre el propio escenario.
Mal preparada para el honor de vivir,
apenas si aguanto el ritmo de la acción impuesto.
Improviso, aunque aborrezco la improvisación.
Tropiezo a cada paso con el desconocimiento de las cosas.
Mi forma de ser huele a provincial.
Mis instintos son los de un aficionado.
El miedo escénico, como justificación, me humilla mucho más.
Siento como crueles las circunstancias atenuantes.
Imposible retirar palabras y reflejos,
las estrellas no contadas,
el carácter, abrigo abotonado sobre la marcha:
he aquí los lamentables sucesos de estas prisas...
¡Si pudiera ensayar aunque fuera sólo un miércoles antes o repetir otra vez al menos un jueves!
Pero ahí está el viernes con un diálogo que desconozco. ¿Es correcto? — me pregunto
(con la voz ronca,
porque ni siquiera me han dejado aclararme la voz entre bastidores).
Es ilusorio pensar que se trata de un examen secundario que tiene lugar en una sala fortuita. No.
Estoy de pie entre los decorados y veo lo sólidos que son. Me sorprende la precisión de todo este atrezzo.
Los engranajes funcionan ya desde hace tiempo.
Han sido encendidas incluso las más lejanas nebulosas. No me cabe duda de que se trata del estreno.
Y haga lo que haga
se convertirá para siempre en lo que hice.
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