Islas del despertar
Basta de ser colillas apagadas
del cenicero de los mares.
Ombligos de la sed,
sólo un placer de humanidad nos puede.
Vivimos como ardemos y pensamos,
con nuestro sentimiento de volcanes
y la melancolía de estar solas.
La pirotecnia de un amor de fondo
nos acelera el ir aunque parezca,
de tan veloz, cronómetro parado.
Esperar no es un fin.
Borrón y cuenta nueva a la molicie
de rumiar soledades.
Nuestro malotaje de esperanzas
no oculta el puño de la rebeldía.
Y hemos roto el pijama del silencio.
Ni somos descendientes
de una lengua cortada
ni queremos sudar hiel y vinagre
ni seguir siendo súbditas
de una feria de olvidos.
No deseamos otras pertenencias
que no sean las alas de los vuelos.
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