sábado, 7 de septiembre de 2019

Darío Jaramillo

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La música sostiene a los amores imposibles,
los alimenta con la presencia etérea de una canción,
una canción que es la nuestra aunque sólo la oiga uno.
El amor imposible guarda equilibrio perfecto
sobre la cuerda de una guitarra,
se embriaga con la dulce nostalgia de una polonesa,
se estremece con una voz entre gemido y canto.
Entonces el amor imposible se convierte en guitarra, en piano
o es el sonido de una voz.
La música es el tiempo presente de los amores imposibles.

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