Noche tibia sensación placentera.
Los sones abstractos de las vías colmaban sus oídos eufóricos.
Pensaba en el puerto que veía tan seguido… puerto de colores
impresionistas y hombres sucios de brazos mojados y brillosos y vello
crecido y húmedo.
Hombres impasibles a la lejanía maravillosa, al cielo entre los
barcos, al paisaje de conjunto, al suelo atiborrado de objetos de
lugares remotos como pedazos de mundo en el melancólico corazón de un
mar…
Sí.
Hundirse una noche en las calles del puerto.
Caminar, caminar…
Sí.
Sola.
Siempre sola.
Lenta, muy lentamente.
Y el aire estará enrarecido, será un aire cosmopolita y el suelo
lleno de papeles de cigarrillos que alguna vez existieron, blancos y
hermosos.
Sí.
Se seguirá caminando. Hundirse, oscuridad, caminar…
Sí.
Y una estrella dará su color al ancla de plata que llevaba en su pecho.
Tirar el ancla.
Sí.
Muy junto a ese barco gigante de rayas rojas y blancas y verdes… irse, y no volver.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario