CONFESIÓN
Yo huelo a ti.
Me persigue tu olor, me persigue y me posee.
No es este olor un perfume sobrepuesto sobre ti,
no es el aroma que llevas como una prenda más:
Es tu olor más esencial, tu halo único.
Y cuando ausente mi vacío te convoca,
una ráfaga de ese aliento me llega del lugar más tierno de la noche.
Yo huelo a ti
y tu olor me impregna después de estar juntos en el lecho,
y ese fino aroma me alimenta
y ese aliento esencial me sustituye.
Yo huelo a ti.
Algún día te escribiré
un poema que no
mencione el aire ni la noche;
un poema que omita los nombres de las flores,
que no tenga jazmines o magnolias.
Algún día te escribiré
un poema sin páajaros,
sin fuentes, un poema que eluda el mar
y que no mire a las estrellas.
Algún día te escribiré
un poema que se limite
a pasar los dedos por tu piel
y que convierta en palabras tu mirada.
Sin comparaciones, sin metáforas,
algún día escribiré un poema que huela
a ti,
un poema con el ritmo de tus pulsaciones,
con la intensidad estrujada de tu abrazo.
Algún día te escribiré un poema, el canto
de mi dicha.
Atolondrado y confuso,
demasiado lleno de ruidos,
sin centro ni reposo,
desconectado del otro lado de la piel,
atormentado por el interminable crujido de este corazón
-tierra cuarteada, ceniza gris en el pecho-,
así pasan estas noches de calor y duermevela,
estas noches en que no estoy contigo.
Tu voz por el teléfono tan cerca y
nosotros tan distantes,
tu voz, amor, al otro lado de la línea,
[y yo aquí solo, sin ti, al otro lado
de la luna,
tu voz por el teléfono tan cerca, apaciguándome,
y tan lejos tú de mi, tan
lejos,
tu voz que repasa las tareas conjuntas
o que menciona un número mágico,
que por encima de la alharaca del mundo me habla para decir
en lenguaje
cifrado que me amas.
Tu voz aquí, a lo lejos, que le da sentido a todo,
tu voz, que es la música de mi alma,
tu voz, sonido del agua, conjuro, encantamiento.
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