Iba sola y se servía un steak
con papas fritas
una fruta quizás pan, y se
sentaba junto a la pared
o la vidriera porque iba
temprano o muy tarde.
Una mañana llegó con la
multitud; su bandeja
tropezaba con gestos
actitudes movimientos
y tal vez para huir de sí
misma se sirvió nada
sentándose a contemplar sus
árboles de Cluny.
Un camarero y la señorita de
los tickets
la echaron entre las risas
contenidas
de la gente que come comida
sin árboles
que bebe sin otoño, que ama
sin amor.
Hicieron bien.
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