sábado, 23 de enero de 2016
Clarice Lispector
Pero cuántas veces el insomnio es un don. De repente despertar en medio de la noche y tener esa cosa rara: soledad. Casi ningún ruido. Sólo el de las olas del mar golpeando en la playa. Y bebo café con gusto, toda sola en el mundo. Nadie me interrumpe la nada. Es una nada a un mismo tiempo vacía y rica. Y el teléfono mudo, sin ese toque súbito que sobresalta. Después va amaneciendo. Las nubes aclarándose bajo un sol a veces pálido como una luna, a veces de fuego puro. Voy a la terraza y tal vez soy la primera del día en ver la espuma blanca del mar. El mar es mío, el sol es mío, la tierra es mía. Y me siento feliz por nada, por todo. Hasta que, como el sol que sube, la casa se va despertando y está el reencuentro con mis hijos soñolientos.
Descubrimientos
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