El ojo de la aguja
Al amor llegué con un grito de seda
el cuerpo y la conciencia.
ni siquiera una carta,
ni siquiera un espejo en donde
reconocerme.
Mas aprendí a pasar
por el ojo de la aguja,
es decir a perdonar sinceramente.
A dejar la piel en el alambre,
a dolerme desde los pies
a la cabeza.
Lo perdí todo.
Y cuando entendí que no sabía
defenderme de la gente,
respondí con una bofetada de ternura,
porque yo sé
que sólo los dulces heredarán la
tierra.
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