No me llamo Natalia
No me llamo Natalia.
Jamás nací.
O si nací fue muerta.
El sol extendía sus primeros rayos
por una madrugada fatídica de marzo. Mas no era yo la que su luz bebía.
Yo no existí jamás.
A lo sumo fui venas, manos, sangre,
un corazón pequeño y precintado,
pero no fui jamás destinada a ser alguien. Mi nombre, yo, Natalia,
estará inscrito en un papel cualquiera,
en labios que no saben lo que hablan,
en tardes remotísimas y ausentes,
acaso,
en el tiernísimo corazón de alguien.
Mas yo, yo no soy yo.
No soy Natalia.
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