(UNOS OJOS)
Al principio pensé que eran de miel,
pues en ellos dormían las abejas.
Pero un día los vi cabrillear
como agua marina: verdeazules.
¿O eran violáceos?
¿O del color del vino
como la mar de Homero?
Acaso relumbraban con el brillo
de un mosto rubio y claro
bajo el sol del otoño
o con el retemblor
de un fuego que ardiera
bajo la mar en calma.
Tan sólo sé que en ellos
había el resplandor
de una alegría fresca y misteriosa.
Tan sólo sé que el mundo
renacía en sus ojos.
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