jueves, 24 de junio de 2021

León Felipe

Polvo y lágrimas

Vivimos en un mundo que se deshace y donde todo empeño por construir es vano. En otros tiempos, en épocas de ascensión o plenitud, el polvo tiende a aglutinarse y a cooperar, obediente, en la estructura y en la forma. Ahora la forma y la estructura se desmoronan y el polvo reclama su libertad y autonomía. Nadie puede organizar nada. Ni el filósofo ni el poeta. Cuando sopla el huracán y derriba la gran fortaleza del Rey, el hombre busca su defensa en los escombros. No con éstos los días de calcular cómo se ha de empotrar la viga maestra, sino de ver cómo libramos de que nos aplaste la vieja bóveda que se derrumba. Nadie tiene hoy en sus manos más que polvo. Polvo y lágrimas. Nuestro gran tesoro. Y tesoro serían si el hombre pudiese mandarlos. Pero nada podemos. Somos pobres porque nada nos obedece. Nuestra riqueza no se midió nunca por lo que tenemos, sino por la manera de organizar lo que tenemos. ¡Ah, si yo pudiese organizar mi llanto y el polvo disperso de mis sueños! Los poetas de todos los tiempos no han trabajado con otros ingredientes. Y tal vez la gracia del poeta no sea otra que la de hacer dócil el polvo y fecundas las lágrimas.

Y esta es mi angustia ahora: ¿Dónde coloco yo mis sueños y mi llanto para que aparezcan con sentido, sean los signos de un lenguaje y formen un poema inteligible y armonioso?



El corazón inédito de León Felipe
León Felipe en Madrid

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