jueves, 11 de enero de 2024

Víctor Hugo

Quien no ama no vive.
Quienquiera que fueres, óyeme:
si con ávidas miradas
nunca tú a la luz del véspero
has seguido las pisadas,
el andar süave y rítmico
   de una celeste visión;
O tal vez un velo cándido,
cual meteoro esplendente, 
que pasa, y en sombras fúnebres 
ocúltase de repente, 
dejando de luz purísima 
   un rastro en el corazón;
Si sólo porque en imágenes
te la reveló el poeta,
la dicha conoces íntima,
la felicidad secreta,
del que árbitro se alza único
   de otro enamorado ser;
Del que más nocturnas lámparas
no ve, ni otros soles claros,
ni lleva en revuelto piélago
más luz de estrellas ni faros
que aquella que vierten mágica
    los ojos de una mujer;
Si el fin de sarao espléndido
nunca tú aguardaste afuera,
embozado, mudo, tétrico
mientras en la alta vidriera
reflejos se cruzan pálidos
   del voluptuoso vaivén),
Para ver si como ráfaga
luminosa a la salida,
con un sonreír benévolo
te vuelve esperanza y vida 
joven beldad de ojos lánguidos,
   orlada en flores la sien.
Si celoso tú y colérico
no has visto una blanca mano 
usurpada, en fiesta pública,
por la de galán profano, 
y el seno que adoras, próximo 
   a otro pecho, palpitar;
Ni has devorado los ímpetus
de reconcentrada ira,
rodar viendo el valse impúdico
que deshoja, mientras gira 
en vertiginoso círculo,
   flores y niñas al par;

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