viernes, 18 de marzo de 2022

Andrés Trapiello

Maneras de mirar (II)

Para ti nada más era el milagro:
que se pusiera el sol tan suavemente
como cordón de aceite sobre el pan
y que en las rosas últimas de otoño
aún resistiera intacto su perfume.

Y extraordinario fue sin duda el hecho
de regresar a casa mientras ibas
con amor desbordado por el mundo
y por saberte vivo, tan de gratis.

Y ni los vinos del Duero, ni el Rioja
te supieron mejor que el agua fresca
que te aplacó la sed, otro milagro
rescatado de pronto de la infancia.

Ahora para ti solo, Andrés Trapiello,
tienes al clave a Mozart en tu cuarto,
y sólo para ti interpreta músicas
más firmes que la noche de las Osas

con su luz no envidiosa de otras luces,
armonías y sones acordados
como jamás el corazón de un hombre
haya sentido y como nunca tú,
de cuna tan humilde, imaginaste.

¿Cuántos reyes pudieron en su vida
vivir tantos prodigios, si es que acaso
pudieron descubrirlos en la corte
o en medio de batallas ya olvidadas?

Feliz aquel a quien con mano parca
el dios le concedió lo suficiente.
Y a quien le diera más, le sea leve
la tierra donde acabe, y más la vida.

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