sábado, 25 de julio de 2020

Marina Colasanti

LO SÉ, PERO NO DEBERÍA

Sé que la gente se acostumbra. Pero no debería.

La gente se acostumbra a vivir en un apartamento  interior
y a no tener otra vista que no sea las ventanas de alrededor.
Y como no tiene vistas, luego se acostumbra a no mirar hacia  afuera.
Y como no mira hacia afuera luego se acostumbra a no abrir de todo las cortinas.
Y como no abre las cortinas luego se acostumbra a encender más pronto la luz.
Y a medida que se acostumbra, olvida el sol, olvida el aire, olvida la amplitud.

La gente se acostumbra a levantarse por la mañana sobresaltado porque es la hora.
A tomar el café corriendo porque va atrasado.
A leer la prensa en el autobús porque no puede perder el tiempo del viaje.
A comer un sandwich porque no hay tiempo para almorzar.
A salir del trabajo porque ya es de noche.
A dormitar en el autobús porque está cansado.
A acostarse temprano y dormir profundo sin haber disfrutado el día.

La gente se acostumbra a abrir el periódico y a leer sobre la guerra.
Y aceptando la guerra, acepta los muertos y que haya una cifra de muertos.
Y aceptando la cifra acepta no creer en las negociaciones de paz,
acepta leer todo el día sobre guerra, sobre cifras, sobre su larga duración.

La gente se acostumbra a esperar el día entero y escuchar al teléfono: hoy no puedo ir.
A sonreír a la gente sin recibir una sonrisa de vuelta.
A ser ignorado cuando necesitaba tanto ser visto.
La gente se acostumbra a pagar por todo lo que desea y necesita.
A luchar para ganar el dinero con qué pagar.

Y a ganar menos de lo que necesita.
Y a hacer colas para pagar.
Y a pagar más de lo que las cosas valen.
Y a saber que cada vez pagará más.
Y a buscar más trabajo, para ganar más dinero, para tener con qué pagar en las colas en las que se cobra.

La gente se acostumbra a andar por la calle y ver carteles.
A abrir las revistas y ver anuncios.
A encender al televisión y ver publicidad.
A ir al cine y engullir anuncios.
A ser instigado, conducido, desnortado, lanzado a la infinita catarata de productos.
La gente se acostumbra a la polución.

A las salas cerradas con aire acondicionado y olor a cigarro.
A la luz artificial con su ligero temblor.
Al choque de los ojos con la luz natural.
A las bacterias del agua potable.
A la contaminación del agua del mar.
A la lenta muerte de los ríos.

Se acostumbra a no oír los pájaros, ni el gallo de madrugada, a temer la hidrofobia de los perros,
a no coger la fruta a pie del árbol, a no tener ni siquiera una planta.
La gente se acostumbra a demasiadas cosas para no sufrir.

En dosis pequeñas, intentando no percibir, se va apartando un dolor de aquí,
un resentimiento de allí, una revuelta allá.
Si el cine está lleno la gente se sienta en primera fila y tuerce un poco el cuello.
Si la playa está contaminada la gente solo moja los pies y suda en el resto del cuerpo.

Si el trabajo es duro la gente se consuela pensando en el fin de semana.
Y si el fin de semana no hay mucho que hacer la gente se acuesta temprano
y aún queda satisfecho porque siempre tiene sueño atrasado.

La gente se acostumbra para no rallarse en la aspereza, para preservar la piel.
Se acostumbra para evitar heridas, sangrados, para esquivarse
de la faca, de la bayoneta, para proteger el pecho.
La gente se acostumbra para proteger la vida que poco a poco se gasta y, que
de tanto acostumbrarse, se pierde de sí misma.







Marina Colasanti
Marina Colasanti, poeta brasileña








EU SEI, MAS NÃO DEVIA

A gente se acostuma a acordar de manhã, sobressaltado porque está na hora, a tomar café correndo porque está atrasado.

A gente se acostuma a ler o jornal no ônibus porque não pode perder tempo na viagem, a comer sanduíches porque não tem tempo para almoçar.

A gente se acostuma a andar nas ruas e ver cartazes, a abrir as revistas e ver anúncios, a ligar a televisão e assistir comerciais.

A gente se acostuma a lutar para ganhar dinheiro, a ganhar menos do que precisa e a pagar mais do que as coisas valem.

A gente se acostuma a morar em apartamentos de fundos e a não ter outra vista que não a das janelas ao redor.

A gente se acostuma a não abrir de todo as cortinas, e a medida que se acostuma, esquece o sol, o ar, a amplidão.

A gente se acostuma à poluição, à luz artificial de ligeiro tremor, ao choque que os olhos levam com a luz natural.

A gente se acostuma às bactérias da água potável, à morte lenta dos rios, à contaminação da água do mar.

A gente se acostuma à violência, e aceitando a violência, que haja número para os mortos. E, aceitando os números, aceita não haver a paz.

A gente se acostuma a coisas demais para não sofrer. A gente se acostuma para não se ralar na aspereza para preservar a pele.

A gente se acostuma para poupar a vida. Que aos poucos se gasta, e que de tanto se acostumar, se perde por si mesma.

A gente se acostuma, eu sei, mas não devia.



EU SEI, MAS NÃO DEVIA recitado por Fred Elboni

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