lunes, 10 de abril de 2017

Amalia Bautista

GALATEA 
No sabía qué hacer aquella tarde.
Tú estabas enfadado y no querías

salir. Me fui al Parque del Oeste

y estuve paseando mucho rato

sin encontrar un alma. En el invierno 

casi nadie pasea por los parques.

No pensé en nada. Me senté en un banco

y encendí un cigarrillo. De repente

un hombre joven se sentó a mi lado.

Le miré y vi que había un solo ojo 

en mitad de su frente, un ojo oscuro,

tristísimo y brillante. Me miraba

como pidiendo ayuda, suplicando.

Ninguno de los dos dijimos nada.

Él miraba mis ojos y yo el suyo

En silencio empezó a llorar despacio,

se avergonzó y se fue. Yo no hice nada

por detenerle. Tú no te creíste

ni una palabra de esta historia, pero

yo me lleno de angustia y de tristeza,

aunque quiera evitarlo, si recuerdo

al cíclope del Parque del Oeste.










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