domingo, 6 de septiembre de 2020

Percy Bysshe Shelley

Ozymandias
Conocí a un viajero de una tierra antigua
que dijo: «dos enormes piernas de piedra
se yerguen sin su tronco en el desierto;
junto a ellas, en la arena, semihundido
descansa un rostro hecho pedazos, cuyo ceño fruncido
y mueca en la boca, y desdén de frío dominio,
cuentan que su escultor comprendió bien esas pasiones
que todavía sobreviven, grabadas en la piedra inerte,
a la mano que se mofó de ellas y al corazón que las alimentó.
Y en el pedestal se leen estas palabras:
“Yo soy Ozymandias, rey de reyes:
¡Contemplen mis obras, oh poderosos, y desesperen!”
No queda nada a su lado. Alrededor de las ruinas
de ese colosal naufragio, infinitas y desnudas
se extienden, a lo lejos, las solitarias y llanas arenas.





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